sábado, 22 de noviembre de 2008

!! BASTA DE VIOLENCIA CONTRA LA MUJER !!


Noviembre 25

En el Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe realizado en Bogota en 1981, se estableció el 25 de Noviembre como el DIA Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y fue ratificado por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 17 de Diciembre de 1999, a pedido de Republica Dominicana con el apoyo de más de 60 gobiernos.

Esa fecha recuerda el asesinato de las hermanas Minerva, Patria y Maria Teresa Mirabal, quienes por sus actividades políticas para derrocar al dictador Trujillo, el 25 de noviembre de 1960, fueron interceptadas por miembros de la policía secreta, quienes luego de torturarlas las asesinaron.

Así se perpetró el crimen contra tres mujeres cuyo único delito era querer una patria libre y justa, donde hombres y mujeres pudieran tener una vida digna y así se convirtieron en símbolo de la resistencia popular y feminista.

En el nombre de las hermanas Mirabal recordamos a tantas Minervas, Patrias y María Teresas, golpeadas, violadas y asesinadas, por dictadores, militares, paramilitares y terroristas, por sus parejas, familiares, patrones y desconocidos.

Reconocemos a miles de mujeres que aún hoy, viven privadas de derechos, dominadas, excluidas, sin libertad. Pero también reconocemos al coraje, el valor, la entrega, el sacrificio y la lucha publicó o silenciosa; en particular la lucha política por la gran transformación y erradicación de la violencia en la vida de las mujeres y en la sociedad en camino a su plena igualdad, dignificaciòn y emancipación.


Ibis Fernández Honores.
Sec. de Mujer y Equidad de Genero.
Comité Ejecutivo Nacional del MNI.

CRIMENES DE GUERRA : VIOLACION Y FEMINICIDIO COMO NORMA



No sólo detrás de la calificación de “pasional” el Estado y sus instituciones naturalizan y justifican la opresión de la mujer; bajo el nombre de “crímenes de guerra” también se oculta esta cruda realidad.
La violencia sistemática contra las mujeres como arma de guerra ha sido siempre una característica especial de las fuerzas represivas. En Irak, en Chipre, en Haití, en el Congo, ya sea en nombre de la democracia o el libre mercado, en nombre de la prevención del terrorismo o de la pacificación de disputas religiosas, vemos al imperialismo imponer las peores vejaciones a pueblos enteros para sostener los intereses de las clases dominantes.
La “preocupación” manifestada por la Organización de Naciones Unidas (ONU) ante la denuncia de violaciones a mujeres y niños/as por parte de los llamados “Cascos Azules” (los soldados de diversos países, como Argentina, que cumplen supuestas “funciones de paz” en regiones en conflicto), no alcanza a ocultar que ésta ha sido una de las herramientas más utilizadas para el sometimiento. Los más de 1.600 militares y 1.700 policías que componen la Misión de Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (MINUSTAH), fueron denunciados por utilizar a mujeres y niñas como botín de guerra, para doblegar a quien pretenda defenderse de las miserias impuestas.
Con total impunidad, estos soldados explotan sexualmente a niñas, niños y mujeres a cambio de alimento o abrigo, aprovechando la desesperación que vive gran parte de la población1. Las redes de trata para la prostitución, y las violaciones en calles, casas, campos de refugiados y bases militares, son prácticas comunes de estos cínicos “agentes de paz”.
Sin embargo, todas estas denuncias son desestimadas por “falta de evidencias”. ¡Cuánto cinismo el del imperialismo que comete los crímenes más aberrantes y después dice que no hay evidencias para condenar tamaña barbarie!
En 2006, el 63% de las acusaciones de “conducta reprochable” que involucraron a las fuerzas de la ONU se relacionaron con este tipo de delitos y una tercera parte de estas, con la prostitución.
El despliegue de Cascos Azules en sus supuestas ”misiones de paz” alcanzó recientemente el record de casi 81 mil militares y policías y unos 15 mil civiles en 18 misiones por diversas partes del mundo, donde actúan como verdaderas fuerzas de ocupación.
La ministra de Defensa Nilda Garré inauguró hace días una muestra sobre los Cascos Azules; destacó el trabajo de los 35 mil militares argentinos que estuvieron en los últimos 50 años bajo la bandera de la ONU.
1 Hoy en día las mujeres pobres de Haití se ven obligadas a alimentar a sus hijos con galletas de barro y azúcar para engañar el hambre.

LA OPRESION DE LAS MUJERES PARA EL MARXISMO





Por: pan y RosasFuente: www.pyr.org.ar (06.11.08)



Como planteamos en este número de Pan y Rosas, consideramos que las experiencias de violencia contra las mujeres no constituyen casos aislados; esa violencia tiene un origen histórico y social. Surgió junto con el desarrollo de la propiedad privada, cuando se relegó a la mujer al ámbito privado, subordinándola al poder masculino. Pero, ¿cómo se llega a esta situación?
En las comunidades primitivas, la producción estaba destinada exclusivamente para el consumo y mantenimiento de sus miembros. Primaba la escasez y los seres humanos debían enfrentar las fuerzas de la naturaleza ante las cuales aún no habían desarrollado gran dominio. Cazar, pescar, recolectar frutos, cocer los alimentos, fabricar herramientas y otros instrumentos para desarrollar estas actividades, ocupaban a todos los integrantes de la comunidad. Las mujeres, obligadas por los ciclos vitales de las menstruaciones, los embarazos y partos a realizar actividades más sedentarias, se dedicaban particularmente a la crianza comunitaria de niños y niñas pequeños, la elaboración de los alimentos y la vestimenta, la alfarería, etc. El misterio que generaba su capacidad de procrear, hacía que ellas fueran especialmente estimadas por el grupo social.
Más tarde, el descubrimiento de la agricultura, la fundición de metales y la domesticación de animales permitieron aumentar las riquezas sociales generando un excedente y, así, ya no fue necesario que todos los miembros de la comunidad trabajaran para garantizar su supervivencia: mientras la mayoría lo hacía, un sector minoritario podía liberarse de esta carga y ser sostenido por el resto, estableciéndose una primera diferenciación social al interior de la comunidad que dio origen a las clases sociales. A lo largo de miles de años, las clases liberadas de la carga del trabajo productivo, no sólo monopolizaron las armas, sino que ejercieron también el gobierno y se apropiaron de la propiedad colectiva de la tierra y los instrumentos de trabajo. Al mismo tiempo, se descubrió la relación existente entre el coito y la reproducción, lo que permitió entender el papel del varón en la procreación. Esto permitió, entre las clases dominantes, establecer una línea paterna de herederos legítimos que obtendrían las propiedades de la familia a la muerte de su progenitor. Pero para esto, para garantizar la legitimidad de la descendencia, hubo que recluir a las mujeres al interior del hogar estableciendo, para ellas, la obligación de la monogamia. Como dice Federico Engels, ésta fue la gran derrota histórica del sexo femenino: la mujer se vio convertida en servidora y esclava del hombre, en un “instrumento” destinado exclusivamente a la reproducción. El antiguo derecho romano establece esta nueva forma de “unión” en la que la familia aparece constituida por el padre que ejerce su derecho (incluso de dar muerte) sobre los hijos, la esposa y los esclavos que le sirven. Cientos de años fueron necesarios para que este “modelo” de familia de las clases dominantes se impusiera también a las clases explotadas, a través de la ideología que se impartía por medio del Estado, la Iglesia, y otras instituciones.
A este dominio del varón adulto sobre las mujeres y sus hijos, en las relaciones sociales para la reproducción, el marxismo lo denomina “patriarcado”. Mientras los modos de producción fueron cambiando -amos y esclavos, señores y siervos, burgueses y proletarios-, el sistema de reproducción patriarcal ha variado en cuanto a sus formas, pero no en lo esencial. Con el surgimiento del capitalismo, la opresión de las mujeres que se origina en este modelo patriarcal de las relaciones entre los sexos, no sólo permanece sino que se convierte en un aliado indispensable para garantizar, reproducir y legitimar la explotación asalariada. Porque si bien el capitalismo introdujo a millones de mujeres, niñas y niños en el mercado laboral, no trajo la tan deseada “liberación femenina”: para la inmensa mayoría de las mujeres, trabajar fuera de su hogar significa ser sometidas a una doble jornada laboral, invisibilizando que las tareas domésticas, necesarias para que la clase trabajadora reponga su energía diaria (para gastarla nuevamente al día siguiente, bajo el látigo patronal), son también un trabajo, pero uno que se realiza gratuitamente en las familias obreras, garantizado casi en su totalidad por las mujeres de esa familia.
Consideradas seres humanos “de segunda”, estableciendo que sólo debían ocuparse de las tareas domésticas y la reproducción, las mujeres terminaron siendo objeto de múltiples formas de maltrato, discriminación y subordinación. Por eso, frente a las explicaciones que sostienen que esta situación de opresión se debe a una cuestión “natural” y propia de la mujer, el marxismo plantea que esta violencia tiene un origen social e histórico y, por lo tanto, puede y debe eliminarse. Retomando sus banderas, desde Pan y Rosas te invitamos a ser miles las que luchemos por terminar con esta situación.